Richard Rogers en la Royal Academy of Arts

“Lo que queda por hacer es más importante que lo que se ha conseguido”. “La ciudad es un lugar para que la gente se reúna y para que intercambie ideas y bienes”. Las frases eran citas del arquitecto Richard Rogers que se podían leer en la exposición que le dedicaba la Royal Academy of Arts de Londres. 

Él siempre había sido de los que, como Richard Rogers, pensaba que la arquitectura era algo que influía en la vida de los ciudadanos más de lo que muchos se imaginaban. Podía cambiar totalmente la percepción de una ciudad, como había hecho con la Valencia de la última década, y podía hacer nuestra vida diaria mucho más amable y mucho más fácil. En su caso, la obra de Richard Rogers le había acompañado a lo largo de su existencia. En su viaje de COU a París, se quedó totalmente anonadado al contemplar el Centro Pompidou. Nunca había visto un edificio en el que todas las tuberías iban por fuera y estaban a la vista, y donde una escalera mecánica cortaba totalmente la fachada de forma diagonal. 

Su siguiente encuentro con Rogers se produjo durante su beca Erasmus en Londres, pues cada mañana al ir a la facultad se encontraba, nada más salir de la bocana del metro, con un enigmático edificio de acero, cuyo diseño futurista le sumergía en una película del estilo de Blade Runner. Más tarde, comprobó que se trataba de la sede central de la compañía de seguros Lloyds, obra de Richard Rogers. 

Finalmente, la mano de Rogers llegó hasta su país, donde se plasmó en esas olas de madera que constituían el techo de la Terminal 4 de Barajas, donde cogía todos los aviones de Iberia que le llevaban al otro lado del Atlántico. Todas esas obras y muchas otras aparecían en la exposición de la Royal Academy. Al abandonar la misma, pudo comprobar que la muestra estaba patrocinada por una empresa de su tierra, Porcelanosa, lo que era una prueba más de que el mundo era cada vez más pequeño.

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