El Greco y Sorolla

Muchos valencianos que hayan aprovechado la Semana Santa o el puente de mayo para disfrutar de Toledo en el Año del Greco habrán podido comprobar la enorme popularidad de este artista y su presencia en museos de todo el mundo, pero esto no siempre fue así.


Domenikos Theotokopoulos llegó a Toledo tras haber intentado buscar fortuna en Venecia y en El Escorial de Felipe II. Y es que, hay ocasiones, en el que un fracaso es la antesala del éxito, pues en Toledo consiguió hacerse un nombre y recibir numerosos encargos como hoy puede comprobarse en esta ciudad. Sin embargo, tras su muerte, El Greco pasó, como tantos artistas, al olvido en incluso al desprecio. De hecho, en 1828 nadie propuso su nombre para ser incluido en los medallones de grandes artistas que decoraron la fachada del Museo del Prado (institución que no le dedicó una sala hasta 1920).


Su revitalización vino, como tantas veces en España, del extranjero. Fueron los historiadores alemanes quienes, a principios del siglo XX, reivindicaron su figura y los coleccionistas norteamericanos quienes adquirieron sus obras. De hecho, tras Sorolla, El Greco es el artista más presente en la colección de la Hispanic Society conformada por el coleccinista Archer M. Huntington. Y fue el propio Sorolla junto con otros artistas como Zuloaga, quienes promovieron la creación del Museo de El Greco en Toledo, la ciudad que le dio la gloria y donde acabó sus días. El Museo se abrió al público en 1910 con Sorolla como uno de los miembros del patronato. Tuvieron que pasar 300 años desde la muerte del griego para que Toledo le rindiera este primer homenaje. Hoy en día, afortunadamente, las cosas han cambiado y la figura de El Greco brilla con luz propia en todo el mundo como uno de los precusores del arte moderno, algo que podrá verse en el Museo del Prado a partir del 24 de junio en la exposición "El Greco y la pintura moderna". Más vale tarde que nunca.    

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