La violencia en el arte

Cinco desmayos en la primera función y dos en la segunda. Ese era el balance del estreno de una nueva versión de la obra Tito Andrónico de Shakespeare en el teatro Globe de Londres. Y es que este nuevo montaje destacaba por la crudeza en la presentación de la obra del dramaturgo inglés. Si Shakespeare decía que Lavinia, la hija del general romano Tito Andrónico, tenía que aparecer en escena tras haber sido violada y mutilada de lengua y manos, pues la protagonista aparecía con litros de supuesta sangre que brotaban a borbotones de sus miembros amputados. 


El problema residía en que, afortunadamente, el espectador de hoy en día no estaba acostumbrado a contemplar los niveles de violencia que eran habituales en tiempos pasados y que habían llegado hasta nuestros días a través del arte. Un claro ejemplo de ello lo constituían las pinturas de Caravaggio, maestro del setabense José de Ribera. Los cuadros del pintor italiano contenían escenas bíblicas de extrema violencia como el degollamiento de Holofornes a manos de Judith o la cabeza de San Juan Bautista servida en una bandeja. Eran escenas que, al ser contempladas sobre un lienzo, nos resultaban más soportables que al natural, pero no había que olvidar que sus autores presenciaron actos mucho más horrendos.


La historiadora Helen Langdon cuenta en su biografía sobre Caravaggio que en la Roma de 1599 fue sacudida por el juicio de los Cenci. Un noble llamado Francesco Cenci apareció muerte en su casa. Las investigaciones y posterior juicio demostraron que de noble solo tenía el nombre, pues se trataba de un tirano que abusaba sexualmente de su hija, por lo que ésta, su madre y uno de los hijos, hartos de las vejaciones del padre, se confabularon para acabar con su vida. Las dos mujeres fueron condenadas a morir decapitadas y el hijo fue desollado vivo. Todo ello tuvo lugar en la plaza pública en presencia de otro de los hijos y de media ciudad que asistía de modo habitual a este tipo de ajusticiamientos. Entre los asistentes, se encontraban los pintores de la época, pues ya en su día Leonardo Da Vinci aconsejaba "fijarse en los condenados a muerte, en el momento previo a su ejecución, a fin de poder estudiar el arqueo de las cejas y los movimeintos de los ojos". Visto lo visto, hay muchas ocasiones en que no se cumplía la manida frase de que cualquier tiempo pasado fue mejor.  

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